A pesar de este creciente interés, la investigación científica se ha centrado predominantemente en la psilocibina y su metabolito activo psilocina, descuidando la riqueza de otros metabolitos secundarios que estos hongos producen.
La idea de que ciertas cepas de hongos con psilocibina son intrínsecamente mejores para realizar microdosis es un tema que mezcla química, farmacología y muchos reportes anecdóticos de usuarios.
Un estudio reciente publicado en npj Aging proporciona la primera evidencia experimental de que la psilocibina y su metabolito activo, la psilocina, no solo modulan funciones cerebrales.
La discusión sobre si la versión sintética es equivalente a la natural va más allá de la química básica, abarcando farmacología, experiencia subjetiva y consideraciones culturales.
Este artículo revisa críticamente la evidencia preclínica y clínica sobre dicha interacción, con énfasis en la modulación de los receptores 5-HT2A, clave en la acción psicodélica de la psilocina, metabolito activo de la psilocibina.
A pesar de los avances en tratamientos farmacológicos, muchos pacientes no responden adecuadamente a las terapias disponibles, lo que subraya la necesidad de explorar alternativas innovadoras.
Un estudio reciente dirigido por Chisamore et al. (2025) comparó los efectos antidepresivos de la psicoterapia asistida por psilocibina (PAP) en dos grupos de pacientes.
Con una mayoría abrumadora, el país se convierte en el tercero del mundo, después de Suiza y Australia, en regular el acceso a estas sustancias bajo supervisión médica.
El consumo de hongos con psilocibina ha evolucionado con el tiempo y uno de los métodos más interesantes que han surgido entre las comunidades que utilizan estas sustancias es el conocido como Lemon Tek.
Aunque su concentración puede variar considerablemente entre especies, regiones de crecimiento y condiciones de secado, en promedio los hongos secos contienen entre 0.5% y 1% de psilocibina por peso.