Por Elisabetta Fato
El uso de sustancias psicodélicas puede afectar nuestra forma de pensar y en consecuencia, nuestro comportamiento hacia la sociedad, el planeta y por supuesto el como nos tratamos a nosotros mismos.
Estos efectos han sido demostrados por decenas de estudios durante las últimas décadas, motivados por el potencial terapéutico de estas sustancias para el tratamiento de afecciones relacionadas con la salud mental.
La base de sus efectos beneficiosos para tratar los trastornos del estado de ánimo está en las alteraciones que se crean en las redes cerebrales.
La mayoría de los malos hábitos y otros comportamientos indeseados están enraizados en mentalidades propensas a bucles de pensamientos, que desarrollan estados de ánimo propensos a la aparición de otras enfermedades crónicas más graves, como la depresión y los trastornos por abuso de sustancias.
Por supuesto, la mayoría de estas condiciones crónicas están condicionadas inicialmente por la genética de una persona, pero tendemos a olvidar los factores desencadenantes externos, ligados a nuestro comportamiento y estilo de vida, los cuales pueden favorecer y facilitar el desarrollo de estas condiciones.
El consumo excesivo de alcohol, por ejemplo, aumenta significativamente el riesgo de cáncer de hígado y sin este ciclo subyacente a un estilo de vida poco saludable, no sería sorprendente ver que la incidencia de cáncer de hígado disminuyendo drásticamente.
Psicodélicos conductuales
El término «psicodélico conductual», acuñado Edmund Neuhaus y George Slavich durante una revisión reciente del tema denominada «Behavioral Psychedelics: Integrating Mind and Behavior to Improve Health and Resilience» se define como hecho de producir «cambios intencionales» en nuestro comportamiento que promuevan la «salud y la resiliencia».
En otras palabras, tomar psicodélicos, junto con la terapia, podría dar como resultado un cambio positivo en nuestras actitudes, como nuestra actividad física, dieta y comportamiento social, hacia opciones más saludables.
¿Cómo se puede lograr esto en términos científicos?
Según los últimos hallazgos de la investigación psicodélica, estas sustancias mejoran la neuroplasticidad o la capacidad del cerebro para cambiar, adaptarse y aumentar su eficacia en la comunicación neuronal y en la creación de nuevas conexiones.
Se cree que las nuevas conexiones surgen de la unión de los alucinógenos a las proteínas 5-HT2A, los receptores de serotonina a los que se acoplan los psicodélicos en el cerebro.
Estas nuevas conexiones «romperían» estas vías neuronales pre-establecidas que conducen a comportamientos poco saludables y que empeoran particularmente los trastornos del estado de ánimo.
El modelo REBUS (Relaxed Beliefs Under Psychedelics), presentado recientemente por Robin Carhart-Harris y Karl Friston, proporciona un vínculo explicativo entre los cambios físicos que ocurren en el cerebro como consecuencia de la neuroplasticidad y los beneficios terapéuticos observados por el uso de estas sustancias.
Según el modelo, el cerebro normalmente trata de hacer predicciones sobre el mundo, nosotros mismos y lo nos rodea, pero estos «hábitos mentales» a veces se vuelven demasiado rígidos y arraigados en nuestro comportamiento.
Los psicodélicos, por otro lado, ofrecen un descanso momentáneo de esta rigidez, al desregular ciertas redes cerebrales, como la red de modo predeterminado (DMN), que en teoría es un factor clave en la depresión.
El resultado, afirma el modelo REBUS, es que la mente se abre al cambio, una condición momentánea que se puede moldear y volver permanente mediante la terapia .
Evidencia de psicodélicos conductuales
Los resultados de los estudios sobre estos compuestos utilizados al tratar condiciones específicas, como la depresión, las adicciones al tabaco y al alcohol muestran que los psicodélicos aumentan la autodeterminación, es decir, la fuerza que nos hace perseverar en estos nuevos hábitos, como el adquirir una dieta más saludable, tener mayor actividad física, mejorar nuestra higiene y abandonar el consumo problemático de sustancias.
Pero más allá de la autodeterminación, un aspecto bien conocido sobre el que actúan los psicodélicos es nuestra percepción de la naturaleza .
Esto es lo que sucedió durante las primeras campañas e iniciativas pro-ambientales que florecieron en la década de los 60 y 70, en paralelo a la contracultura hippie que fomentaba una relación más estrecha entre el hombre y la naturaleza, a menudo a través del uso de psicodélicos.
Más comportamientos centrados en la naturaleza promoverían una inmersión en entornos naturales acompañado de más actividad física y comportamientos sostenibles, incluidos los cambios en la dieta.
Entonces, si bien su potencial para el tratamiento de los trastornos del estado de ánimo es reconocido, el poder de los psicodélicos para mejorar nuestra calidad de vida sigue siendo algo anecdótico entre las experiencias psicodélicas personales, esperando ser explorado no solo con encuestas e informes, sino también para ser analizado más de cerca a través de ensayos clínicos y estudios continuados.